kenyacubaparis

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lunes, 20 de mayo de 2013

África tiene un aura especial.

Creo que la única obligación que tiene el hombre en esta tierra es realizar sus sueños. Y el mío, en estos momentos, estaba en el corazón de África.


Pretendía pisar los lugares que pisaron los primeros exploradores europeos y americanos, encontrar los parajes descritos por los grandes narradores de África, ver los paisajes de la aventura africana. El objetivo era revivir cuanto había imaginado durante años mientras leía sobre África. Y pretendía también comprender por qué aquellas regiones del “continente oscuro”, como lo llamó Stanley, habían poblado los sueños de tantos europeos, de tantos “hombres blancos”, durante casi dos siglos: saber qué es esa obsesión que llaman “el mal de África” o “la llamada de África”, una especie de patológica ansiedad por regresar al continente después de haber vivido o viajado allí; quería buscar en el África Negra el sueño de los blancos: los sueños de aventura, de posesión, de riesgo, de exploración, de avaricia; los sueños de conquista, los literarios, y también el sueño de vagar sin rumbo por las grandes sabanas.


[…] respiraba el aire de las Tierras Altas, entre colinas redondas que rezumaban humedad y que eran de color azul en la lejanía y verdes en la proximidad. El aire venía cálido y meloso, empapado de una vaporosa sensualidad. Sobre mi cabeza se abría, como una inmensa campana, el cielo libre, noble y luminoso de África.


África tiene un aura especial y la tersura de un sueño infantil.


El sueño de África. Javier Reverte.










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